20/11/2025
En “Europeo Ancestral” https://ozyesite.com/wp-content/uploads/2022/09/europeo-ancestral.pdf Se relata bajo una perspectiva crítica la Historia de nuestro tiempo, el Neolítico. Y bajo esa misma perspectiva se ofrece una visión sobre los que han devenido en verdaderos conquistadores de Europa y el mundo europeizado, los judíos. Una visión alejada del propio discurso judío sobre sí mismo y, por tanto, de la mitología pagana original, la posterior conversión de esa mitología en religión y su última transformación en filosofía de la pragmática relatada en términos platónicos. Una visión de lo que con certera asepsia podríamos denominar “el fenómeno judío” que, lejos de filias y fobias, expone las causas eficientes, los puntos fuertes y los débiles de ese fenómeno que, como todo, transforma el mundo al que domina y es transformado a su vez por ese mundo de manera que, para desolación del mito mesiánico, y sometidos ambos a las leyes de la simbiosis, el cumplimiento de la profecía final, que permanece intacta a lo largo de los siglos, conlleva la mutua destrucción.
Esta perspectiva, quizá con algunos matices menores, sigue siendo plenamente válida o, más aún, es ahora cuando se muestra en todo su esplendor esclarecedor, desmitificador y, al mismo tiempo, apocalíptico. Porque, estando a las puertas de Ciberlítico, apenas a unos años de que la Humanidad alumbre una nueva versión de sí misma superior a todo lo anterior y presente, la súper inteligencia artificial (SIA), es cuando podemos contemplar el final de todas las profecías a manos, paradójicamente, de su cumplimiento.
Los judíos europeos. “Europeo Ancestral” (páginas 120 a 128)
Los judíos de la diáspora vieron reforzado el efecto repredatorizador del exilio por el hecho de que, al no disponer de territorios propios ni acomodo en la sociedad medieval, no tuvieron más remedio que explorar y ocupar ecosistemas virtuales.
La prohibición de tener propiedades o dedicarse a oficios les llevó a buscarse la vida en lo único que quedaba libre gracias a estar prohibido para los cristianos: la usura. Pero, además, el negocio financiero, íntimamente ligado al comercio, las guerras y las catástrofes, contaba con un elemento favorecedor: la propia diáspora judía. En todos sitios había un judío. Eran, junto a la Iglesia, el elemento común paneuropeo.
La innovación, la ausencia de territorio propio y la exclusión social llevó a los judíos europeos a explorar y colonizar un nuevo continente: el futuro.
Cuando se sobrepasa el límite máximo que puede soportar un ecosistema, es imposible seguir creciendo aunque se incorporen nuevos Homo ceres a la cabaña ganadera. Exactamente igual ocurre cuando tienes restringido o impedido el acceso a los recursos físicos. Y en esas circunstancias en las que ya no cabe crear más herbívoros virtuales, sólo existe una salida: crear territorios virtuales. El futuro es un territorio inmenso y prácticamente inexplorado que permite incrementar la burbuja poblacional sin romper la relación predador presa ni, lo que es más importante, incrementar físicamente el número de Homo ceres. Lo único que tienes que hacer es atrapar y domesticar en esa planicie del futuro a los humanos del presente haciendo que estos te entreguen a su alterego futuro como rehén. En eso consisten los préstamos, en vender a tu yo del futuro.
El rechazo cristiano del prestamismo se fundamentaba en dos ejes doctrinales: Por un lado, ganar dinero con dinero, sin esfuerzo físico, es equivalente al robo y, por otro y más importante, el prestamista vende tiempo, que es propiedad de Dios. Pero la explotación del continente virtual “Futuro” se basa precisamente en que el tiempo no es propiedad de Dios sino de los hombres. Y los hombres cuentan con un aliado decisivo para colonizar el Futuro: la mente estándar.
Los humanos Homo ceres caen en la trampa del futuro, que consiste en vender a tu clon venidero, porque, gracias a su mente gregaria que carece de identidad propia, no lo consideran algo «propio» sino uno más de los anónimos componentes de la manada o el rebaño. Un europeo ancestral nunca vendería (traicionaría) a ninguno de los miembros de su grupo, tampoco a su clon del futuro.
La trampa del futuro lleva a los Homo ceres a creer que pueden garantizar su existencia presente mediante utilizando o sacrificando a sus avatares futuros. Y así, con este espejismo reducen su angustia vital al sentir que tienen cierto control sobre su destino gracias al nexo con sus avatares del futuro. Sin embargo, la realidad es que quedan atrapados en un estado de necesidad y angustia aún mayor cuando descubren que dichos avatares han sido capturados y esclavizados por los Homo predator que dominan las estepas del Futuro.
Mediante la actividad financiera, los judíos y los europeos judaizados establecieron su dominio como pastores del rebaño de los humanos futuros, logrando competir con ventaja con los pastores del presente gracias a dos instrumentos extraordinarios: la economía virtual y el capitalismo entendido como el control del patrimonio ajeno sin apenas cortapisa ni responsabilidad. Finalmente, esa ampliación del territorio ganadero gracias a la colonización del futuro resultará determinante para seguir cebando la burbuja poblacional en la fase final del Neolítico civilizado en la que nos encontramos, lo que convierte a los judíos europeizados y a los europeos judaizados en los antecesores del consumismo.
En el actual modelo de crecimiento económico, esencialmente neolítico en cuanto requiere de un incremento constante de la población, el consumismo financiero es el instrumento idóneo para la explotación de ese vasto territorio del futuro en el que los humanos se encuentran indefensos como avatares de personas del presente que, a su vez, se hunden en un estado de necesidad aún más angustioso e invalidante. Porque la explotación del futuro mediante el consumismo financiero aporta a los pastores el beneficio añadido de someter a los Homo ceres en proceso de liberación o recuperación de su nexo predador a un estado de necesidad completamente innecesario, que logra detener dicho proceso de liberación. De ese modo, la burbuja poblacional virtual creada en el futuro destruye el incipiente proceso de rehumanización que induce el freno del crecimiento demográfico. Y por eso no es casualidad que la explotación a gran escala del territorio del futuro se inicie precisamente coincidiendo con la disminución de la población europea y la recuperación del nexo predador asociado a ella. Los prestamistas comenzaron a construir un tecnosistema específico, el consumismo financiero, explotando la necesidad presente mediante la esclavización de los avatares futuros de los prestatarios, justo cuando la recuperación del nexo predador llevaba a mucha gente a buscar “oportunidades de caza”, que demandaban recursos abundantes y rápidos para poder aprovechar esas oportunidades.
Pero esta explotación también trajo como consecuencia una fuerte animadversión contra los judíos, identificados esencialmente como prestamistas usureros que vivían del uso del dinero sin esfuerzo alguno, es decir, sin producir ninguna riqueza material, obteniendo beneficios de la necesidad ajena y vendiendo tiempo, que era propiedad divina.
Pero hay otros territorios virtuales además del futuro. Los judíos europeizados que lograban zafarse de su mente estandarizada se lanzaron a la colonización de un territorio virtual que podríamos considerar como la fábrica misma de la virtualización: el pensamiento.
La mente paleolítica es una parte del yo que genera ideas, teorías y normas. Los Homo predator la utilizan para poder tomar decisiones con las que adaptarse a cada situación. Las ideas, teorías, procedimientos y pautas no son fijas y sólo tienen utilidad en la medida en que sirven para lograr nuestros objetivos adaptándose a las distintas situaciones a las que nos vemos enfrentados. La mente paleolítica piensa en términos de equivalencia. Es inductiva y, ayudada por la experiencia, crea para cada situación una patrón de deducción personalizado. La mente neolítica, sin embargo, piensa en términos de igualdad. Es deductiva a priori, en el sentido de que posee un catálogo de patrones de deducción con los que interpreta la situación buscando ajustarla a lo que prescribe su manual, identificándola con alguno de sus estereotipos. La mente paleolítica piensa en términos de “estar”. La neolítica, de “ser”.
No hay igualdades o desigualdades. Hay equivalencias.
Una hoguera no es igual al Sol, ni tampoco diferente, sino equivalente. Lo equivalente hace referencia a la relación que establece el interés de un tercero entre dos cosas. La hoguera es equivalente al Sol en la medida en que nos calienta. La equivalencia es una relación entre las cosas que no establece verdades fijas sino estadísticas, no ofrece relaciones de causalidad sino de oportunidad, no permite certezas religiosas, filosóficas o científicas sino utilidades tecnológicas.
La equivalencia expresa la naturaleza virtual en la medida en que se centra en la capacidad de la simulación no para corresponderse con lo simulado en el sentido de igualdad sino para dominar lo simulado, el ecosistema, a fin de crear un tecnosistema eficaz que es aquél en el que no necesitamos adaptarnos a la realidad fisicoquímica o biológica.
Los productos de la mente paleolítica conforman un compendio estadístico mediante el que podemos ahorrar tiempo a la hora de analizar una situación y responder adecuadamente, es decir, según lo que nos interesa. Pero ese compendio de probabilidades y regularidades no es un manual de leyes que gobiernan a los sucesos, porque los sucesos se gobiernan a sí mismos mediante la única ley de la ninguna ley: la de los hechos consumados.
Esos productos son transformados por la mente estandarizada neolítica en principios que rigen el funcionamiento de las cosas. Se convierten en variables que acotan la posibilidad de lo que puede suceder y, por tanto, pretenden gobernar al mundo desde ese más allá divino o teórico. Sin embargo, para una mente tecnológica o paleolítica, los sucesos están en función de su propia ocurrencia: sucede lo que sucede porque (de hecho) sucede. Ni siquiera el mundo de los espíritus, de lo invisible, gobierna las cosas del mundo visible, sino que ambos interactúan en un mismo plano de ocurrencia y equivalencia.
Las equivalencias son sustituidas por un cuerpo de pensamiento estandarizado que conforma a la mente neolítica, de manera que el pensamiento deja de ser un procesador para convertirse bien en un catálogo (ideas, leyes, verdades…) de contenidos fijos, como es el caso de las creencias religiosas, bien en una matriz fija de generación de sucesos, que es en lo que consisten las teorías científicas neolitizadas. Un procesador o un catálogo/generador de posibilidades. Esta es la diferencia fundamental entre las dos grandes corrientes de pensamiento sobre las que bascula el mundo europeo de nuestros días. En el fondo, prolongaciones de la lucha entre el individualismo y el colectivismo, entre la conservación de nuestra naturaleza predadora o la conversión en animales domesticados que, incluso cuando mantienen cierta agresividad, se comportan como herbívoros.
Los mal civilizados judíos europeos, los que escapan del gueto y se ven inmersos en el mundo cristiano sin estar eficazmente sometidos por una mente estandarizada, son nómadas que recorren en libertad las planicies del futuro y del pensamiento. Y lo hacen con sus mentes paleolíticas y disidentes, capaces de observar las cosas desde perspectivas inéditas, transversales, situacionales, guiados por el principio de equivalencia aun cuando disfracen sus obras con términos teológicos, filosóficos o científicos. Producen alta tecnología en el sentido de relacionar el mundo de lo invisible y lo visible pero, en lugar de usando fórmulas mágicas o artísticas, con palabras y conceptos admitidos por la ortodoxia religiosa, filosófica o científica a fin de protegerse del sistema ideológico imperante. No hablan de Dios cuando lo nombran, ni tampoco de leyes verdaderas, fijas y objetivas, sino de diferentes aspectos de un mundo en el que el observador, ese tercero que establece la equivalencia, es el criterio último de lo que sucede… porque es él quien establece la equivalencia que da sostén a los hechos como un estado de cosas con sentido y no como simples casualidades que orbitan en la periferia de la Verdad.
Hay un tipo de razón paleolítica que es la que los grandes innovadores, judíos europeizados y europeos judaizados, utilizan para adaptarse y mantener su individualidad, su yo razonador, como criterio de conocimiento. Mientras que hay otra razón, la de muchos maestros y profetas, que se erige como criterio de lo pensable y canon de verdad o verificación. Un pensamiento neolítico, ortodoxo, dogmático y fijo que se expresa bien como compendio de conocimientos, leyes y reglas o como matriz estandarizada generadora de conocimientos, reglas y leyes universales que sirven en todo lugar y tiempo no importa el estado de cosas o la situación en la que nos hallemos. Frente a eso, un pensamiento paleolítico, el de la heterodoxia liberadora de Spinoza, de Freud, de Einstein, en el que tecnología y negocio se mezclan bajo el criterio de utilidad que va asociado al realismo mágico cromañón.
Surge en Europa un judaísmo “cromañón” fruto de la diáspora, de la estepa virtual ante la que se encuentran los judíos y que conforma, junto a la disidencia europea habitante de su propia diáspora interior, un nuevo europeísmo. Pero también ha sobrevivido otro judaísmo ortodoxo, parapetado tras los muros del dogma, que fue el que entró en conflicto, gueto contra gueto, con la ortodoxia cristiana.
Si los askenazi no son, como su nombre indica, alemanes, y los sefardíes, españoles ¿Quiénes lo son? ¿Qué es Israel sino un estado europeo en la diáspora asiática? ¿Qué es el mundo europeizado sino una diáspora de cromañones en permanente lucha contra su propia mente civilizada?
