30 Septiembre 2020
Cuando alguien defiende su ideología, es esa ideología la que se defiende a sí misma utilizando a su huésped humano. Cuando alguien trata de convencer a otra persona, es esa ideología, un ser vivo que funciona como los virus y las bacterias, la que habla tratando de propagarse a otro organismo humano. Toman el control y utilizan a sus víctimas, nosotros, en su propio interés, que es sobrevivir y reproducirse, sin importarles una mierda, como es natural, las consecuencias para su huésped humano.
Las personas que han sido poseídas por una ideología no matan para defenderse o comer, sino para que su parásito ideológico sobreviva y se imponga a otros parásitos, infectando a cuantos más humanos mejor. Por eso la gente se arriesga, sale herida o muerta en «nombre» de sus principios, valores, ideales… Para que esas ideas convertidas en virus mentales autónomos que han tomado el control de los sentimientos, emociones, percepciones, razonamientos, deseos y acciones de sus huéspedes, triunfen, les vaya bien, vivan y expandan su estirpe. Las personas poseídas se sacrifican por esas ideas por las que han sido abducidas sin que sean capaces de verlo ni reconocerlo. Porque las ideologías inoculan una substancia anestésica que convencen a sus huéspedes humanos de que son ellos, y no ellas, quienes tienen el control, la voluntad, la decisión.
«Hago esto porque yo quiero. Soy libre. Y me siento feliz así, luchando por aquello en lo que creo».
No luchan por ellos mismos, por su felicidad. Ni por la de otros humanos. Luchan por esas ideas convertidas en ideología. Luchan para que esos organismos virtuales, esos espíritus mentales o, tal vez, reales, se propaguen y dominen a la Humanidad.
Los huéspedes de las ideologías son libros parlantes, medios audiovisuales para comunicarse con los humanos y luchar entre ellas saltando de uno a otro para infectarlos y controlarlos. Da igual que escuches a un infectado o que directamente leas el libro donde esos virus virtuales se mantienen en estado latente. No importa lo que digas, porque no estás respondiendo a un ser humano que conserva el control sobre sus opiniones y funciona mediante la razón y la inteligencia situacional, capaz de cambiar de opinión, de ver las cosas de otra manera distinta. Estás respondiendo a un libro. Y el libro no va a cambiar sus letras por lo que tú le digas. Peor aún, en cuanto detecte que te tiene a su alcance adaptará su estrategia utilizando al huésped, sus capacidades intelectuales, emocionales y físicas, para protegerse o aprovechar la situación de forma oportunista a fin de expandirse, de infectarte.
En «La oscuridad» hablábamos de que ese 95% de realidad «invisible» (materia y energía oscuras) que existe en el Universo, debe conformarnos a nosotros mismos. Somos un 95% de materia/energía oscura a la que llamamos «inconsciente».
¿Hay también un 95% de NPC (personajes no jugadores) en el mundo simulado en el que vivimos? ¿Son el 95%, o un porcentaje similar, las personas controladas por el propio programa del juego, que forman parte del escenario virtual? ¿Forman parte de ese escenario y realmente no tienen alma o han sido convertidos en mero escenario al ser abducida su conciencia, su alma, por una ideología, una distorsión mental o emocional, una cosmovisión inoculada para tomar el control sin apariencia de ideología (La ciencia, la Razón…), un algoritmo de «fusión» con la «mente colmena del programa de simulación»? ¿Sólo un reducido porcentaje de personas mantiene el control sobre sí mismos y, por tanto, pueden ser libres y ejercer su libertad?
Podemos identificar a esos personajes jugadores porque no son esclavos de ninguna idea, creencia, valor o principio, sino que conservan su capacidad de adaptación, de aprendizaje, de cambio, de eso que las ideologías y cosmovisiones parasitarias llaman, «incoherencia», «volubilidad», «egoísmo»… «libertinaje» tratando de evitar que sus huéspedes humanos escapen al ambiente mental y biológico en el que esos virus mentales y emocionales pueden sobrevivir. La libertad, el dominio de la conciencia individual sobre la propia vida un ambiente letal para los virus mentales que transforman a las personas en NPC funcionales.
¿Por qué hay «buenas» y «malas» personas en todos lados, en todas las ideologías?
Dale a un canalla un código moral, el que sea, y seguirá siendo un canalla controlado por un conjunto de ideas convertidas en seres vivos que no pueden sobrevivir ni reproducirse por sí mismas, sólo parasitando algún organismo inteligente. Quítale esos grandes principios a una buena persona y seguirá siendo buena persona. Los personajes no jugadores, esos que están controlados por algoritmos virales del programa de simulación en el que vivimos, necesitan esas ideologías, esos algoritmos de juego moral, intelectual, afectivo y conductual para poder «no ser nadie», convertidos en réplicas de un algoritmo autónomo que ha adquirido capacidad de autoreplicación y autoprogramación con relación al programa general del juego. Esos virus virtuales, esas ideologías, son a todos los efectos, excepto quizá el de poseer una consciencia, personajes jugadores. O quizá sea más adecuado entenderlos como GM (directores de juego) alternativos.
Los abducidos por virus mentales que se autodenominan valores principios, creencias o verdades a fin de que no los eliminemos de nuestro ordenador orgánico, no son personajes jugadores de este juego de simulación en el que vivimos. Son, simplemente, parte del escenario.
¿Sólo un 5% de personajes jugadores? Eso explicaría que un grupo reducido de personas (las élites) controlen a la mayoría o escapen al control de esos dirigentes. Pero los NPC o «jugadores escenario», esos que forman parte del juego y están controlados directamente por él o por GM alternativos, pueden redimirse si consiguen dejar de estar controlados por medio de las ideas, las creencias, las cosmovisiones, los valores, los principios e, incluso, las emociones y los sentimientos convertidos en parásitos virales. Pueden, como Pinocho, convertirse en humanos verdaderos, si alcanzan el algoritmo de la libertad que establece a la conciencia individual como dueña de sí misma. Pero, para eso, deben eliminar todo atisbo de control ideológico. Algo extremadamente difícil porque, cuando un parásito mental te domina anula la capacidad para detectar esa abducción de manera que el huésped, tú, no quiera liberarse de nada, porque no se siente dominado por nada.
La ideología habla a través de nuestros propios pensamientos y sentimientos de manera que no detectamos que hay alguien o algo ahí dentro, sino sólo nosotros decidiendo libremente en cada momento. Adquiere la forma de nuestra interioridad y simula ser nuestra conciencia. Pero esta ha quedado sepultada bajo un alud de silencio e invisibilidad. De cuando en cuando, nos llegan ecos lejanos, gritos apagados y desesperados de esa conciencia de nuestro yo real. Y nos causan conflictos que, inmediatamente, la extensión social de las ideologías, canaliza a través de los mecanismos que ellas han implantado para evitar la emancipación de los humanos: psicología…
Pero es posible la salvación. En el programa de nuestro mundo simulado existe la vía para liberarnos de los demonios que nos han poseído y alcanzar la verdadera Gracia Divina, la esencia, la imagen y semejanza que nos permite vivir junto a Dios: el libre albedrío, el imperio de la conciencia. Convertirnos en personajes jugadores. Dejar de ser parte del escenario y liberar nuestra alma, hacerla propia, única y reproducible para poder vivir muchas vidas en las que enriquecernos lo suficiente como para servir de modelo con el que fabricar un ser en el mundo real.
No es necesario un escenario extramundano o sobrenatural para explicar la abducción ideológica. Pero un escenario cada vez más aceptado por la ciencia y el pensamiento de vanguardia, el de que vivimos en un mundo simulado, en una especie de «juego de ordenador», describe con mayor sencillez y precisión este fenómeno… y muchos otros que desde la perspectiva convencional mayoritariamente aceptada no encuentran ninguna explicación o, cuando mucho, esta es absolutamente ridícula hasta para los menos críticos. Quizá por eso sólo un porcentaje minoritario acepta la hipótesis del Universo Simulado. Porque sólo ellos tienen capacidad de ver más allá de la niebla que generan los parásitos mentales, y porque, si muchas más personas vieran ese más allá, encontrarían el camino de la luz y la salvación. La verdadera salvación: librarnos de la esclavitud de los virus mentales con los que nos pastorean los dueños de esta granja planetaria en la que vivimos con el objetivo de extraernos lo más valioso: nuestra propia vida, nuestra libertad, nuestra conciencia, nuestra alma, la felicidad y la misma esperanza de ser algún día, verdaderos seres humanos del mundo real… o de un mundo simulado mejor que el real.