27/11/2024
Elohim es un plural. Si aceptamos que El significa “dios”, elohim significa “dioses”. Toda la exégesis bíblica, es decir, la interpretación de los escritos judaicos para hacerlos compatibles con la doctrina del cristianismo niceno o, lo que es lo mismo, para que digan lo que el dogma niceno quiere que digan, se centra en dos cuestiones capitales: El monoteísmo y el pecado original. Sin estos dos pilares, todo el entramado cristiano niceno se viene abajo por una cuestión decisiva: Explicar la muerte de Jesús.
El pecado original, algo que no existe ni remotamente en ningún escrito o tradición judía, es el punto crucial sobre el que justificar la muerte de Jesús como un sacrificio para redimir y salvar a la Humanidad de ese pecado original que cometieron nuestros ancestros y que, contradiciendo cualquier mínima consideración moral o legal, pesa sobre nosotros, inocentes de aquél pecado.
El pecado original, algo absurdo o absolutamente injusto (a elegir) y, en cualquier caso, inventado por la exégesis cristiana, necesita explicar por qué Dios Padre permite o, peor aún, envía a su hijo a la tortura y la muerte siguiendo la tradición regional de sacrificio de niños (de los propios hijos) que aceptaba el padre de las religiones del libro, Abraham. Y es que esa frase, pronunciada por Jesús desde el instrumento de tortura, la cruz, está cargada de sorpresa y resentimiento contra el que, en esa sola ocasión, llama “Señor” y no “Padre”.
Señor, Señor ¿Por qué me has abandonado? (Eli, Eli. ¿Lama sabactani?)
Sus últimas palabras, según los evangelios nicenos, fueron:
“Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”.
El monoteísmo cristiano encuentra, si cabe, peor acomodo con lo literalmente escrito en la Torá. Como hemos dicho, “Elohim” es un plural. Y el plural resulta que es lo contrario al singular, es decir, a un solo lo que sea. Esto es así de sencillo. Pero, entonces ¿Por qué los escritos judíos habla de un nombre y solo un nombre, Yahvé, para el “dioses” con el o los que habían llegado a un acuerdo, una alianza establecida los 613 mandamientos de Moisés?
Antes de entrar en esa cuestión, resulta conveniente aclarar algo que no se refleja en ninguna exégesis o tradición religiosa pero que es de capital importancia.
Los dos primeros dos “mandamientos” son los que pronuncia Yahvé directamente. Todos los demás, son transmitidos por Moisés. ¿Por qué esta distinción? Bueno, la respuesta es tan sencilla como esclarecedora. En esos “mandamientos”, que los israelitas non redactan sino que se adhieren a ellos sin voz ni voto, hay dos documentos. Uno que establece los términos de la Alianza en esos dos primeros mandamientos redactados por Yahvé. Otro, un reglamento militar que regula hasta el mínimo detalle todos los aspecto de la vida en ese “campamento” de instrucción en el que durante 40 años estuvieron los israelitas formándose para convertirse en un ejército capaz de conquistar una tierra propia. Porque los israelitas eran un pueblo sin tierra, unos nómadas errantes.
En los primeros dos mandamientos, Yahvé habla en primera persona. A partir del tercer mandamiento hasta los restantes 611, es Moisés quien establece las órdenes y reglamentos militares a los que deben someterse los israelitas para mantener el orden y la disciplina y evitar conflictos entre internos.
Primer mandamiento, cláusula o declaración de parte: “Yo, HaShem, soy tu soberano, el que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavo”
¿Qué quiere decir esto? Pues lo que claramente dice y que claramente aceptan los israelitas. Que Yahvé es el soberano, el que manda, en los israelitas.
Segundo mandamiento, cláusula o declaración de parte: “No tendrás otros dioses delante de mí”.
No dice este segundo mandamiento que Yahvé sea el “único verdadero” dios, sino que establece un juramento de lealtad (y exclusividad) del pueblo de Israel con Yahvé.
Una alianza entre un individuo (una persona, un ser, un dios, lo que se quiera. En este momento eso es intrascendente) por un lado y todo un pueblo por el otro. Pero lo normal es que las alianzas se establezcan entre dos pueblos, naciones, comunidades, corporaciones… Y aquí retornamos a esa segunda cuestión capital: Un solo dios denominado mediante un plural. Es decir, un plural que es singular.
Si ya resulta difícil justificar por qué, en palabras y sentimiento de mismo Jesús, un Padre abandona a su hijo entregándolo al sacrificio, incluso aunque fuera cierto el pecado original que heredan los inocentes descendientes de sus culpables ancestros, Un sacrificio para salvar a la Humanidad, al Mundo (tal y como hacían los aztecas) o al Planeta tal y como pretenden hacer con toda la humanidad pecadora los nuevos “cristianos globalistas” (el cristianismo siempre fue globalista desde que lo inventó Pablo de Tarso). ¿Cómo justificar esa absoluta contradicción completamente irracional de que un plural designe algo singular?. Pues, sencillamente, mediante la primera estupidez que se te ocurra. ¿Cuál fue esta estupidez? El “plural mayestático”.
¿Pero quién firmó ese tratado o acuerdo “político” con los israelitas? ¿Que entidad divina y todopoderosa necesitaba la aquiescencia de unos simples mortales que literalmente no tenían donde caerse muertos porque no tenía tierra propia?
Esos elohim que establecieron un tratado con los israelitas eran “los Yahvé”
No se puede pronunciar el nombre de Yahvé porque nadie conoce su significado. ¿Qué puede significar ese nombre? No lo sabemos. Pero podemos fácilmente inferirlo.
“Los YAHVÉ” son algo equivalente a, por ejemplo, “los USA”. Y ahí tenemos un plural (los americanos) que realmente designa a un singular (USA), unas siglas que identifican a una sola comunidad, nación, organización, potencia… compuesta, como el lógico, no por un solo individuo sino por una comunidad de individuos.
Los israelitas firmaron una alianza con los yahvés. Exactamente de la misma manera que los israelitas contemporáneos mantienen una alianza con (los) USA. Israel y USA. Israel y YAHVÉ.
¿Qué es YAHVÉ? Las siglas de una nación, civilización, organización, grupo… extraterrestre.
A cambio de aceptar la autoridad de esa potencia y no seguir a otras potencias (elohim o dioses) YAHVÉ los formaría militarmente, les daría apoyo logístico, de inteligencia e, incluso, militar para que conquistaran una tierra propia mediante una guerra de exterminio contra sus primos, también descendientes de Abrahám y, finalmente, bajo el liderazgo de un hombre designado a tal efecto, el Mesías, el Ungido, dominar a todos los pueblos de la Tierra.
Y ese, exactamente, es el objetivo final de esa potencia denominada con las siglas “YAHVÉ”:
Conquistar el mundo.
Quienes piensan que se trata de una idea absurda fruto de la conspiranoia antijudía, olvidan a propósito los repetidos intentos de dominio mundial que jalonan nuestra historia. Olvidan también otros, los que desde la oposición a la tiranía luchan contra ella desde la mesa camilla en la que las redes sociales se han transformado precisamente para neutralizarlos, que todos esos intentos sin excepción alguna han fracasado. Y los más autodefinidos como sensatos y realistas defienden que las ansias de poder corresponden en exclusiva a grupos ideológicos, religiosos, nacionales o raciales. Y que esas potencias exteriores, que han dejado una huella suficientemente clara para quienes conserven un mínimo de realismo y sensatez, no son sino quimeras y fantasías al servicio de los verdaderos y ocultos muñidores de la Historia, todos ellos muy terrestres, minoritarios y omnipotentes. Creen en mitos locales de élites secretas y, al mismo tiempo, en élites sobrenaturales cuyo rastro requiere no de indicios materiales sino de la fe en amigos y enemigos imaginarios, invisibles, indetectables, inmateriales y todopoderosos.
Los judíos son un instrumento de una potencia colonial que lucha para conquistar la Tierra. Como otras potencias exteriores lo han hecho y siguen haciéndolo escondidas en sus nombres impronunciables, en sus rostros invisibles y sus técnicas de persuasión de masas llamadas ideologías, religiones, principios… YAHVÉ era una potencia menor. Por eso solo pudo aspirar a utilizar un pueblo menor sin ni siquiera territorio propio, Un pueblo han que han utilizado a lo largo de la Historia sin importarles el sufrimiento al que era sometido en pos de sus intereses estratégicos. Un pueblo que siguen utilizando para, no importa el sufrimiento que causen al todas la Humanidad, conseguir lo que es su gran objetivo: Dominar la Tierra. Derrotar a sus competidores y subyugar a sus pueblos, cuando non exterminarlos.
YAHVÉ es, son, como casi todas las potencias exteriores que sembraron la Historia de Oriente Próximo y, luego, la de todos los lugares donde consiguieron imponer su ley, uno de los peores, más sanguinarios y crueles de todos los grupos que han visitado nuestro planeta y permanecen en él como potencias coloniales escondidas tras la nueva y estúpida soberbia humana: La que nos hace despreciar a quienes desde el pasado nos avisan de que esos seres divinizados eran y son gente de carne y hueso lo suficientemente parecidos a nosotros como para que podamos entender perfectamente cuáles son sus intereses y la forma en la que, disponiendo de una tecnología muy superior, intentan conseguirlos cueste lo que cueste a los nativos terrestres.
Los YAHVÉ son, junto a otros, nuestros verdaderos enemigos. Y no esos pueblos engañados, subyugados y sacrificados como corderos para servirles en sus luchas de poder con las que todos esos poderes perfectamente retratados desde la antigüedad intentan lograr un NOM, un Reino mundial dirigido por ellos o por terrestres a su servicio, mesías coloniales investido con el narcótico perfume de la espiritualidad con la que nos engañan desde ese fatídico siglo VI a.C. El siglo del poder evanescente imposible de alcanzar, imposible de vencer, imposible de entender. Pero son de carne y hueso. Pueden morir y ser derrotados. YAVÉH lleva siendo derrotado durante siglos y siglos. Y su pueblo escarnecido en cada derrota. Ahora, también.
Sí, el NOM, la Agenda 2030 y el pacto por el futuro 2045 han sido y serán derrotados. Porque Prometeo es, también, de carne y hueso. Y nunca fue vencido ni muerto, sino que ha regresado para dar cumplimiento a su promesa: No más esclavitud.
Cristo, el Ungido, es el Rey que intenta una y otra vez someter al Mundo, a nosotros, bajo su poder. Jesús, Prometeo, tú y yo, somos el Anticristo.
