Élite

17 Septiembre 2020

Las élites pertenecen a una de las dos especies virtuales humanas que se crearon en los preámbulos del Neolítico. Unos son los «Homo predator», que conservan todas las características de los humanos de la serie inaugurada por el Homo ergaster-erectus: Primates con la inteligencia, mentalidad y comportamiento propio de los depredadores de grupo. La otra especie virtual, los «Homo ceres», conforma el grueso de la actual población de humanos biológicos, que se caracterizan por una inteligencia, mentalidad y comportamiento propio de los herbívoros gregarios.

Las llamadas élites pastorean a los Homo ceres exactamente igual que hacen los pastores con sus rebaños mediante la antiquísima, sencilla y eficaz técnica de las estampidas controladas que llevan a cabo mediante sus perros, unos lobos domesticados, o mediante sus voces y gritos de alarma (los medios de comunicación y propaganda).

Todo esto lo cuento, desde una perspectiva completamente heterodoxa de la historia y la evolución humana en Homo simulator (https://www.amazon.es/Homo-Simulator-Rafael-Ortiz-Garcia-ebook/dp/B086Z38P2Z) Un ensayo que, por ofrecer una cosmovisión radicalmente distinta a las que están homologadas como grandes corrientes de pensamiento y fe desde las que las ideas convertidas en seres vivos e independientes a los que llamamos «ideologías» piensan y deciden por nosotros, permite contemplar la desconcertante realidad-ficción a la que estamos asistiendo en directo con una sencillez esclarecedora.

Las élites globales, nacionales o locales no son más que Homo predator que pastorean a una masa de Homo ceres. No hay que caer en la tentación de considerarlos seres ultrapoderosos que actúan en la sombra y cuyos siniestros planes buscan dominar a la Humanidad. Porque esa es la visión ensalzada que una oveja o una gallina tendría de su pastor o granjero: unos (pocos) seres superiores con un poder inmenso y cuyas intenciones escapan al conocimiento del común del rebaño. Una especie de semidemonios que habitan un nivel de la realidad que se encuentra en el umbral de lo sobrenatural. Pero no hay nada de eso, excepto si eres un Homo ceres, una oveja humana que cree que sigue siendo humano.

Los pastores sólo buscan explotar ganaderamente a sus rebaños. Punto. Otra cosa es que un rebaño de seres humanos, por muy bien que hayan sido domesticados en el proceso de educación «civilizada» y por muy firmes que sean los programas virales que los controlan, las ideas convertidas en ideologías, requiere de técnicas de pastoreo un poco más complejas y elaboradas que el resto del ganado. Una mayor complejidad que se resume y simplifica en construir una realidad en la que las personas desposeídas de su yo individual crean que dependen para su protección y sustento no de sus propias capacidades sino de los pastores. Todo ello dentro de un decorado de peligros agrandados que sólo esos líderes pueden conjurar… porque ellos mismos los han creado o inventado.

Inventar falsos peligros y proponer corrales protectores. Provocar estampidas controladas de los herbívoros gregarios virtuales poseídos, como espíritus malignos, por las ideas y las opiniones convertidas en ideologías, principios, valores, verdades… Esa es la única complicación que conlleva pastorear humanos en lugar de ovejas.

Una minoría de humanos piensan y se comportan como lobos o leones. Son una élite. Una mayoría de humanos, desde que se inició la burbuja poblacional un poco antes del Neolítico, piensan y se comportan como ñus, ovejas o cebras. Esta es la realidad que unos y otros quieren ocultar o ignorar.

Una parte de los Homo predator son pastores colectivistas. La otra, son los cazadores (aunque no cacen y ni coman carne) liberacistas, que no tienen ningún interés en pastorear a sus semejantes y que se caracterizan por la confianza en en sí mismos, en que el destino depende fundamentalmente de ellos. Ven a los Homo ceres no como a una especie virtual sino como a humanos abducidos y engañados a los que hay que liberar mental y socialmente. Siguen considerando a esos humanos como iguales a ellos y esperan que se comporten con su mismo amor por la libertad y confianza en su propia capacidad. Pero los Homo ceres son herbívoros gregarios que se comportan como tales. De ahí la inutilidad de los esfuerzos de muchos liberacistas para salvar a los humanos poseídos por las ideas convertidas en unos virus mentales a los que sólo les interesa sobrevivir y propagarse a costa de sus huéspedes. Y de ahí, de ignorar esa realidad de dos especies virtuales dentro de una misma especie biológica, proviene también la constante frustración de los que en la terminología propagandística de la granja ahora casi global son denominados heterodoxos, herejes, negacionistas… cuando ven que sus esfuerzos por salvar de su condición sumisa a los Homo ceres son infructuosos. Una ignorancia o negación de la simple realidad que también lleva a los liberacistas Homo predator a no percibir con claridad a sus congéneres virtuales colectivistas: Los pastores de humanos. Las élites oscuras.

Las fuerzas de la domesticación son tan enormes que se cuelan hasta lo más profundo de nuestra psique y permiten que incluso aquellos que gozan de una mayor capacidad de crítica sean manipulados por consignas y planteamientos contrarios a su modo de ver el mundo. Caemos en la trampa de unas o de otros grupos de pastores. Nos dejamos arrastrar por sus guerras de propaganda. Y es por eso que muchos hombres y mujeres liberacistas defienden, de buena fe, la burbuja poblacional propia de herbívoros gregarios que viven hacinados en grandes manadas. Porque esa, la burbuja poblacional, el número de cabezas de ganado, es el combustible que alimenta al mundo Neolítico en el que seguimos viviendo y que unos llaman modelo capitalista-financiero y, otros, modelo insostenible.

En realidad, lo único que diferencia a unos y otros es la magnitud de la burbuja poblacional (el tamaño y densidad de la granja), así como la tradición del pastoreo, extensivo o intensivo, en semilibertad o en enclaustramiento total. Unas variantes que utilizan para centrar la atención sobre sus competidores, representados ante el rebaño propio como alimañas peligrosas (equivalentes de lobos) y disfrazarse a ellos mismos como iguales a su rebaño y no como pastores. Al final, la única diferencia entre unos y otros reside en la densidad que estiman puede soportar la granja global.

Los de la tradición asiática creen que número de reses debe ser todo lo que física y tecnológicamente sea posible no importa la calidad de vida del ganado humano. Siguen la máxima de «creced y muliplicáos». Y arremeten contra sus adversarios acusándolos de ser unos lobos escondidos en la oscuridad del bosque que buscan diezmarlos para reducir la población mundial (de ganado humano, claro). Los de la tradición europea y de otras culturas menos neolitizadas (como Japón), consideran que la granja debe tener una densidad de población sostenible con un entorno mínimamente habitable desde la perspectiva depredadora, una reducción de la población de Homo ceres. Pero ninguno quiere realmente acabar con la conversión de humanos en herbívoros gregarios virtuales, por la sencilla razón de que su negocio es la ganadería (humana).

Ambos, los de la tradición asiática y los de la europea están sin embargo completamente de acuerdo en algo que debería hacernos reflexionar de forma urgente: La tercermundialización de las sociedades más prósperas y libres potenciando los procesos migratorios masivos e indiscriminados para acabar con ese «exceso» de libertad y prosperidad. Una reducción de costes de la explotación ganadera por la vía de un menor consumo (capacidad adquisitiva) del ganado, disfrazado con motivaciones ambientales en términos de «sostenibilidad»; y de una «igualdad» mediante la que se reparta entre los animales de la granja global el cada vez más limitado pienso y espacio a medida que crece la población y/o la obtención de recursos se encarece inaceptablemente en términos económicos y ambientales. Colateralmente se minimiza el número de humanos que viven en unas condiciones de calidad de vida que favorecen la emancipación de los Homo ceres y su reconversión en Homo predator liberacistas.

Así pues, no debemos dejarnos engañar. No son sólo esas élites de la literatura conspiranóica clásica las que buscan explotar lo más rentablemente a su ganado humano. ¿O acaso la mayor empresa de ganadería humana, China Corporation, está regida por Homo predator libertadores, que desean devolver a los Homo ceres a su condición de seres libres que piensen por sí mismos y persigan su propio interés? Todos ellos son élite colectivista. ¿Y que es lo que temen los Homo predator colectivistas? ¿A su rebaño? No. A los otros Homo predator: los liberacistas. A ti y a mi. A los disidentes. A los descontrolados. A los que pueden pensar y actuar a su mismo nivel y joderles el negocio.

Lo que más teme un humano (verdadero) es a otro humano. Las élites colectivistas temen por encima de cualquier otra cosa a la minoría inmensa de las élites liberacistas. Temen que ejerzan lo que constituye el gran poder humano: la confianza en sí mismos (el nexo predador que une al individuo con el mundo y del que hablo en Homo simulator) y la formidable máquina que supone un grupo de depredadores. No temen a la masa, a las grandes cantidades de animales, temen que los humanos liberacistas se unan no como manada sino como grupo, aunque sea pequeño, y se comporten como lo hacen los humanos de verdad. Por eso todo su esfuerzo lo dedican a convencer a los Homo predator liberacistas para que intenten luchar contra ellos al modo de Homo ceres.

Los pastores quieren que intentes liberarte y liberar a los demás con las tácticas propias de los herbívoros gregarios: en manada, en estampida, actuando sólo cuando tengas un número enorme en el que te sientas seguro y poderoso, porque esa es la mentalidad herbívora: la de no tener conciencia ni fe en las propia fuerzas, en lo que por ti solo (más aún si es unido a otros como tu) puedes lograr. Quieren que sólo te plantees revoluciones en términos herbívoros, gregarios, movimientos de masas que ellos, luego, pastorean. Quieren manadas manifestándose, sintiéndose seguros en la multitud que camina en busca de pasto o, como mucho, en estampida momentánea, con su inútil masacre indiscriminada de quienes se encuentran por medio. Quieren revoluciones como la francesa o la rusa, en la que las masas son utilizadas en estampida controlada por la minoría que las dirige y de las que, luego, toman el control. No quieren revoluciones de Homo predator, ni solos ni en grupo, como la revolución americana que se inició con un acto de enfrentamiento de un pequeño grupo de liberacistas contra los colectivistas británicos, humanos contra humanos. Una revolución sin masas ni manifestaciones, porque todos los rebeldes lucharon como hombres libres por propia voluntad contra otros hombres.

Los Homo predator liberacistas, sin embargo, no esperan a tener una manada, ni actúan en un momento de pánico-desesperación como las estampidas. Actúan por sí mismos para defenderse de los otros pastores Homo predator que quieren convertirlos en ganado, y de la manada de Homo ceres que intenta obligarlos a seguir el orden y la dirección de la marcha marcada por los pastores. Quieren que pienses que, si no van muchos a la manifestación, has fracasado, que sin un partido político potente, medios de comunicación, etc. no puedes hacer nada. Quieren que juegues en su terreno, que sólo confíes en la fuerza de la masa, no en tu propia capacidad, Quieren que pienses en grandes números, al modo herbívoro gregario, para que, de ese modo, la fuerza de tu individualidad o la de un grupo limitado, una élite minoritaria (como son ellos) quede completamente desactivada. «¿Qué puedo hacer yo sólo? ¿Dónde vamos, si somos cuatro gatos?»

¿Qué pueden hacer ellos, siendo tan pocos?

No dejes que neutralicen tu libertad aceptando los términos de su propaganda «egosista» «insolidario» «amoral» «negacionista» «anarquista». Van a tildar todo lo que sea ejercer tu propio criterio, seguir tus propios deseos y trabajar para tus intereses con mensajes subliminales con los que intentan que tú mismo te conviertas en tu censor, en tu policía y tu juez. No te sometas a la presión de la opinión pública, el balido del rebaño que amenaza con expulsarte de la masa y dejarte a merced de tu soledad. No aceptes ni una sola de las consignas del pastor, repetidas por todos los rincones de la granja, para que elimines la más mínima brizna de tu libertad: «Si todos hiciéramos lo que queremos…» «hay que tener (estos) principios y valores»…

Protégete de las ideas convertidas en ideologías, en códigos de visión del mundo y de comportamiento programado que responden automáticamente por ti, independientemente de la situación y de tus deseos. Tienes derecho a ser «egoísta», «voluble», «disidente»… porque ese derecho depende sólo de ti. Naces con él porque naces contigo, siendo tú, el único territorio sobre el que gozas de absoluta soberanía.

Crea un grupo humano, aunque sea de un sólo miembro. No esperes a tener la fuerza del número. Haz lo que puedes ya hacer ahora mismo, poco o mucho. Explota al máximo tu espacio de libertad. Tu conciencia, deseo, voluntad y acto son tuyos. Utiliza todos los medios de los que dispones para trabajar por tu libertad.

No gastes el grueso de tus fuerzas en liberar a los Homo ceres de los virus mentales que los poseen. No perdáis el tiempo tratando de revertir lo que han conseguido años de educación y manipulación de la mejor ingeniería social que ha inventado la Humanidad: la posesión o destrucción del yo individual y espontáneo. Porque eso es en lo que quieren que te entretengas y no en ejercer tu individualidad.

Ejerce tu libertad. esa es la Revolución. Esa es la Resistencia.

Compórtate como un paleolítico contemporáneo que controla y disfruta de todas las ventajas, medios y armas de la modernidad. Lucha por tu libertad y por ampliar el espacio físico y social de esa libertad. Crea un grupo de cazadores humanos, o únete y protege a alguno de los que ya están creados, en los que la disidencia y la lealtad vayan indisolublemente unidas. Porque, desde que se inventó la vida, no hay nada más poderoso que un humano de los de verdad.

Esa es la Élite. Tú. Tu familia. Tus amigos. Tus compañeros. Nosotros.

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